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8 eternas lecciones de Epicteto, el filósofo estoico griego

Published: 11 de marzo de 2023
Epicteto, autor de "El arte de vivir" fue uno de los máximos representantes del estoicismo. Los estoicos creían que un hombre sabio es aquel que no se ve afectado emocionalmente por la desgracia y ajusta su voluntad a las reglas del orden natural y divino. (Imagen: thinkinghumanity.com vía Duckduckgo)

“Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el coraje para cambiar las cosas que puedo y la sabiduría para reconocer la diferencia”.

Epicteto

Nacido como esclavo en Hierápolis, Frigia (actual Pamukkale, Turquía) alrededor del año 55 d.C., Epicteto fue un filósofo griego que prefería el lenguaje sencillo y las lecciones prácticas a las teorías inteligentes. Siguiendo los pasos de los grandes sabios, colocó la superación personal y el refinamiento del carácter como el propósito de la vida humana, exhortando a sus discípulos a progresar espiritualmente a través de las circunstancias concretas de la vida cotidiana.

Para Epicteto, la felicidad y la realización personal eran las consecuencias naturales del comportamiento moral. Así, una vida feliz era sinónimo de una vida virtuosa. Este artículo destaca algunas de las lecciones más memorables de Epicteto recopiladas en el libro El arte de vivir, con el objetivo de revivir su guía sumamente práctica para convertirnos en una mejor y más feliz versión de nosotros mismos. 

1. Sepa lo que puede controlar y lo que no

Según Epicteto, la felicidad y la libertad sólo pueden alcanzarse cuando comprendemos que no todo está bajo nuestro control. Cuando queremos tener rienda suelta sobre cosas que escapan a nuestro control, como la forma en que nos ven los demás, si nacemos o no en una familia acomodada o el tipo de cuerpo que tenemos, nos frustramos, nos angustiamos y buscamos culpables.

En cuanto a las cosas que podemos controlar, como nuestras opiniones y reacciones, Epicteto enseñó que asumir una responsabilidad activa por ellas no solo era nuestro deber principal, sino también nuestro camino hacia la paz interior.

Ruinas de la época romana (el Ninfeo) en Nicópolis. Epicteto nació en la actual Pamukkale (Turquía). Vivió en Roma, donde pasó su juventud como esclavo y obtuvo su libertad tras la muerte de Nerón, quinto emperador romano de la dinastía Julio-Claudia. Más tarde se exilió en la ciudad griega de Nicópolis, donde fundó una escuela de filosofía y vivió el resto de su vida. (Imagen: Marsyas a través de Wikimedia Creative Commons)

2. El carácter importa más que la reputación

En sus escritos, el filósofo griego solía desarrollar diálogos con el lector, prediciendo las preguntas que podían surgir y brindando prontamente una respuesta. Al enseñar sobre la importancia de ser una buena persona sobre tener renombre y poder, no escatimó esfuerzos para explicar el valor del buen carácter: 

“Si puedo volverme rico y poderoso mientras conservo mi propio honor, la fidelidad a la familia, los amigos, los principios y el respeto por mí mismo, muéstrenme cómo y lo haré. Pero si tengo que sacrificar mi integridad personal, es estúpido y tonto instarme a hacerlo”.

Epicteto

Según Epicteto, la reputación es una búsqueda vana, ya que depende de la opinión de los demás, algo que escapa a nuestro control. Afirma que, a pesar de las ventajas de tener una buena reputación, como poder ayudar a los amigos, ocupar posiciones de poder y ser invitado a fiestas elegantes, todo esto es inútil si se hace a expensas del carácter moral de uno, lo único sobre el que tenemos control y el único aspecto en el que podemos marcar una diferencia real.

3. El autodominio es nuestro verdadero objetivo

El concepto de autocultivación era popular entre nuestros antepasados ​​​​orientales y occidentales. Así como las disciplinas espirituales del budismo y el taoísmo enseñan a rectificar la mente y purificar el corazón para alcanzar la perfección espiritual, Epicteto enseñó a sus discípulos a renunciar a hábitos nocivos —como la pereza, el olvido o las distracciones— para volver a ver su verdadero objetivo en la vida. 

 La escuela helenística de filosofía enseñó que la virtud es suficiente para la felicidad y, por lo tanto, más importante que las cosas externas como la salud, la riqueza, el placer y la reputación. “Cuando recordamos que nuestro objetivo es el progreso espiritual, volvemos a esforzarnos por ser lo mejor de nosotros mismos. Así se gana la felicidad”. (Giuseppe Rossi vía Wikimedia Commons)

El filósofo griego explicó que el autodominio es posible cuando somos honestos con nosotros mismos y reconocemos claramente tanto nuestras aptitudes como nuestros defectos. Cuando identificamos los talentos que la divinidad nos ha otorgado y cuando escuchamos nuestro llamado especial dentro del orden divino, naturalmente nos desarrollaremos en aquellas áreas en las que estamos destinados a sobresalir.

Epicteto también animó a sus discípulos a aceptar desafíos y perfeccionar incesantemente sus habilidades. Las situaciones difíciles se veían como las mejores condiciones para la superación intelectual, física y moral.

4. Cumple bien el papel que te corresponde:

Según Epicteto, lo divino nos asigna a todos roles en la vida. Por lo tanto, ya seamos líderes públicos o ciudadanos públicos, celebridades o gente común, debemos cumplir con nuestros roles lo mejor que podamos sin quejarnos. Solo dando un desempeño impecable podemos vivir en armonía con el orden legítimo del mundo y alcanzar la felicidad. 

5. Enfoca la vida como un banquete

El filósofo griego enseñaba que el comportamiento de una persona debe reflejar su progreso espiritual y el refinamiento de su carácter. Por ello, exhortaba a sus alumnos a evitar la extravagancia y a abrazar la moderación.

Para impartir esta lección, Epicteto comparaba la vida con un banquete. Cuando se sirve comida, la persona debe servirse con moderación. Cuando se le pasa un plato, debe apreciar lo que ya tiene en el plato. Y si aún falta un plato, debe esperar pacientemente a que llegue su turno.

A través de esta modesta analogía, Epicteto expresaba la importancia de controlar los impulsos, cortar los deseos y apreciar lo que ya se tiene. El comportamiento elegante y la moderación cortés eran los rasgos de un hombre superior.

Aureus de Marco Aurelio (176-177 d. C.). Entre los alumnos de Epicteto estaba Marco Aurelio, un discípulo brillante que más tarde se convirtió en el gobernante del Imperio Romano. Guiado por las enseñanzas de su maestro, fue considerado uno de los Cinco Buenos Emperadores de la historia romana que gobernó bajo la guía de la sabiduría y la virtud. Sus escritos personales, compilados bajo el nombre de «Meditaciones», ofrecieron importantes conocimientos sobre la filosofía estoica. (Imagen: GNC a través de Wikimedia Commons)

6. Culpar no tiene sentido

Epicteto explicó que no somos afectados por los eventos sino por los sentimientos y reacciones que adoptamos hacia ellos. Las situaciones son simplemente lo que son y el tipo de efecto que tienen sobre nosotros está determinado por nuestra forma de pensar. Así, cuando sufrimos contratiempos, frustraciones o decepciones, no debemos buscar culpas más allá de las propias actitudes.

“Uno de los signos del amanecer del progreso moral es la extinción gradual de la culpa”. 


Epicteto

Culpar a otros por las desgracias percibidas es un hábito de las personas de mente estrecha. Reprochar a los demás es común entre la gente promedio. Sin embargo, la persona sabia renuncia a la futilidad de señalar con el dedo y toma las dificultades como una oportunidad para trabajar en sí mismo. 

7. Nada nos pertenece 

El filósofo estoico creía que nada es verdaderamente nuestro y que todo lo que poseemos eventualmente regresará a donde vino. El sombrío ejemplo de un niño fallecido puede considerarse como un regreso a su lugar de origen, más que como una pérdida para sus padres.

Epicteto aconseja que en caso de pérdida material, como cuando una mala persona se lleva nuestras pertenencias, debemos abstenernos de sentirnos agraviados y, en cambio, verlo como el regreso de las cosas al lugar de donde vinieron. Solo entonces veríamos la pérdida bajo la luz adecuada.

Así, insta a sus alumnos a cuidar mucho lo que tienen mientras el mundo se lo permite, colocando la alegría y la gratitud como virtudes fundamentales en un hombre moral.

8. Armoniza tus acciones con la forma de vida 

Según Epicteto, la paz interior se logra cuando las acciones de una persona se llevan a cabo lo mejor que puede. Cuando uno se dedica de todo corazón a la actividad que tiene entre manos, sin forzar las circunstancias ni perseguir resultados, el desempeño de uno es impecable, lo que conduce a la autorrealización y la serenidad. 

De esta manera, incluso si surgen dificultades, que Epicteto describe como una parte natural del orden divino, el mundo interior de uno permanecerá imperturbable, porque uno habrá alcanzado el fin de su ser: el cumplimiento último de su deber en el mundo. 

Todas las citas fueron tomadas del libro El arte de vivir, escrito por Epicteto, traducido por Marco Aurelio e interpretado por Sharon Lebell.

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