Esta semana, el Telescopio Espacial James Webb (JWST) fue responsable nuevamente de impresionantes vistas cósmicas. Esta vez logró captar una “nube oculta” donde se encuentra el nacimiento de una “protoestrella”.
El fenómeno estelar, que llamó la atención por su silueta en forma de reloj de arena, se llama L1527 y se encuentra en la constelación de Tauro.
Fue vista por el telescopio gracias a su luz infrarroja, puesto que este tipo de nubes, según informa la NASA, solo son visibles con este método, por lo que fue el objetivo perfecto para el James Webb.
“La protoestrella en sí está oculta a la vista dentro del “cuello” de esta forma de reloj de arena. Un disco protoplanetario de canto se ve como una línea oscura en la mitad del cuello”, explica la agencia espacial.
Además, la luz que emite esta nueva estrella se filtra por encima y debajo del disco protoplanetario, provocando que se ilumine el gas y polvo que se expande hacia los lados formando la silueta del reloj.
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“Los colores en sí se deben a las capas de polvo entre Webb y las nubes. Las áreas azules son donde el polvo es más delgado. Cuanto más gruesa es la capa de polvo, menos luz azul puede escapar, creando bolsas de color naranja”, detalla la NASA.
El aporte del nacimiento de una protoestrella
Las protoestrellas son clave para el estudio de estos cuerpos celestes, puesto que corresponden a la etapa más joven de la formación de la estrella.
L1527, en particular, tiene solo 100.000 años desde que comenzó a formarse y se considera de “clase 0” por ser aún bastante joven.
“L1527 aún no genera su propia energía a través de la fusión nuclear de hidrógeno, una característica esencial de las estrellas”, puntualiza la NASA.
“Su forma, aunque en su mayoría esférica, también es inestable, tomando la forma de una pequeña masa de gas caliente e hinchada en algún lugar entre el 20 y el 40% de la masa de nuestro Sol”, concluyen.