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Cuentos populares indios con lecciones morales – Parte IV: Sobre mantener una mente clara

Published: 1 de junio de 2023
El rey de la jungla considera una situación con cuidado y actúa con razón en lugar de emoción. (Imagen: John Brightenti a través de Flickr CC BY-2.0)

A lo largo de generaciones, la narración de cuentos ha sido una de las formas más efectivas y convincentes de enseñar a los niños buenos hábitos y conceptos morales. Esto suena especialmente cierto en la India, donde los cuentos tradicionales se han transmitido durante miles de años para impartir y preservar valores para las generaciones más jóvenes. En esta serie, volvemos a contar algunos de estos cuentos populares tradicionales para revivir lecciones morales simples pero profundas que pueden enriquecer nuestras vidas hoy.

Continuación de: Cuentos populares indios con lecciones morales –Parte III: Nada puede doblegar una voluntad fuerte

La selección de cuentos populares de hoy nos enseña cómo mantener la cabeza despejada no solo puede ayudarnos a mejorar nuestro carácter, sino también evitar que cometamos errores irreparables. La primera historia está tomada de libro de Jatakas, una popular colección de historias que ilustran las virtudes de Buda Gautama en sus vidas anteriores. La segunda historia proviene del Panchatantra, una antigua colección india de fábulas de animales. 

El poder de un rumor

Había una vez una liebre que descansaba bajo la refrescante sombra de un árbol de higuera de Bengala. De repente, un pensamiento inquietante vino a su mente: “¿Qué sería de mí si la Tierra se rompiera en pedazos?” 

Mientras reflexionaba sobre la respuesta, un gran ruido retumbante llenó el aire, haciendo que la liebre saltara de miedo. «¡Está sucediendo, la Tierra se está rompiendo!» gritó la liebre, mientras corría locamente por su vida.

Las liebres son corredoras rápidas con patas traseras largas y orejas grandes. Suelen vivir en solitario o en pareja. (Imagen: MabelAmber vía Pixabay)

Alarmadas por sus gritos, otras liebres comenzaron a correr con él. Miles de liebres corrieron por la selva, esparciendo la calamidad imaginaria. Los búfalos alertaron a los elefantes y los elefantes se lo dijeron a los tigres, quienes a su vez informaron a los monos. En poco tiempo, el pánico se apoderó de toda la jungla. 

El león, que estaba observando la asombrosa escena desde lo alto de una colina, se apresuró a detener a las masas en pánico. «¡¿Cuál es el problema?!» gritó, silenciando a la multitud con su poderosa presencia. 

“¡La Tierra se está rompiendo en pedazos!” afirmó un loro. Al no ver señales de que la Tierra se estaba desmoronando, el león preguntó cómo había llegado a tal conclusión.

Los monos dijeron que los tigres les habían informado, y los tigres dijeron que los elefantes les habían advertido. Los elefantes habían sido alertados por los búfalos. Especie tras especie, los animales rastrearon el rumor hasta su fuente: la liebre.

Cuando el tigre le preguntó a la liebre por qué pensaba que la tierra se estaba rompiendo, la liebre respondió que había escuchado el sonido del desmoronamiento con sus propios oídos. Tras la investigación, el león descubrió que el sonido retumbante había sido causado por un coco pesado que cayó sobre una pila de rocas y provocó un pequeño deslizamiento de tierra.

La miríada de animales se avergonzó de haber creído ciegamente el rumor. El león, siempre preocupado por sus semejantes, les dio un sentido consejo: Nunca crean, y menos reaccionen ante un rumor sin antes comprobar su veracidad.

La mangosta y la esposa del brahmán

En una aldea de la India vivía una vez un brahmán, un hombre que pertenecía a la casta de los maestros espirituales en la sociedad hindú, y su esposa. La pareja tuvo un bebé saludable y vivieron muy felices juntos.

Un día, pensando en su hijo, el brahmán comenzó a considerar comprar una mascota, un animal leal que no solo protegiera al niño, sino que también fuera su compañero. Después de compartir la idea con su esposa y asegurar su apoyo, el brahmán recorrió el pueblo en busca de un amigo peludo para su hijo.

Más tarde ese día, el brahmán regresó a casa con una mangosta en sus brazos. Su esposa estaba algo desconcertada por la extraña elección de mascota, pero no tuvo más opción que aceptarla como miembro de la familia. Sin embargo, no confiaba mucho en él y nunca se atrevió a dejar a su hijo solo con la mangosta.

Un día, el brahmán y su esposa tuvieron que salir de casa por un día entero para trabajar en el campo. Dudaron un poco, porque era la primera vez que le confiarían a su hijo a la mangosta. Sin embargo, eran muy devotos y, después de elevar una oración al Divino, partieron con el corazón a gusto.

La dieta de una mangosta consiste principalmente en insectos, cangrejos, lagartijas, pájaros y roedores, pero es rápida y mortal en la defensa, y se sabe que le va bien contra una serpiente grande. (Imagen: Biblioteca del Congreso a través de Wikimedia Commons No se conocen restricciones de derechos de autor)

Poco después de que se fueran, una cobra gigante entró en la casa. La mangosta, decidida a cumplir con su deber, se paró frente a la cuna del niño para enfrentar el ataque de la serpiente venenosa. La serpiente golpeó, pero la mangosta fue rápida; y después de una lucha salvaje, la fiel mascota ganó la batalla. 

Los padres escucharon la conmoción de los campos y se apresuraron a regresar a casa. Cuando la mangosta victoriosa, pero exhausta, los escuchó acercarse, hizo un esfuerzo para saludarlos en la puerta.

La esposa del brahmán abrió la puerta y, al ver la mangosta ensangrentada por la batalla, supuso instantáneamente que había dañado a su hijo. Impulsada por la emoción, la mujer apresurada arrojó una caja pesada sobre la mangosta, quitándole la vida, sin siquiera ver a su hijo.

Cuando descubrió a su hijo durmiendo plácidamente en su cuna y a la serpiente sin vida en el suelo, comprendió que había cometido un grave error. El dolor y el arrepentimiento llenaron su corazón; y deseó haberse tomado el tiempo para pensar antes de actuar.

A partir de ese día, la mujer aprendió a escuchar y observar atentamente, y a mantener la mente despejada en todas las circunstancias. Entendió que al decidir cómo actuar, uno debe usar la razón en lugar de la emoción. 

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