Según lo entendían los antiguos sabios chinos, las características de ambos géneros -femenino y masculino- derivan del yin y el yang y mantienen un equilibrio. Cuando sus cualidades se invierten, se sienten insatisfechos y son poco felices, sin saber por qué.
Ban Zhao, una referente de la literatura china, escribió el clásico “Preceptos para mujeres” donde explicó que las naturalezas de yin y yang son diferentes, y por lo tanto el comportamiento del hombre y la mujer también deberían ser diferentes.
Este concepto discrepa enormemente del actual, en donde la mujer aboga por la «igualdad» en todo sentido y se ha llegado a menospreciar o directamente eliminar el papel del hombre en la familia.
Yang (masculino) se caracteriza por la fuerza, y yin (femenino) es símbolo de delicadeza. Por eso, mientras un hombre es respetado por ser fuerte y protector, una mujer es considerada hermosa por ser amable y delicada.
En este sentido, solo complementándose como el yin y el yang y respetándose mutuamente, el hombre y la mujer podrán tener una relación armoniosa y perfectamente satisfactoria.
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Por el contrario, si el hombre se vuelve débil e inseguro, la mujer se vuelve robusta, mandona y poco delicada, manteniéndose así el equilibrio de yin y yang pero invirtiéndose los roles, fenómeno conocido como «yin en prosperidad y yang en decadencia».
Si en estos tiempos, hombres y mujeres comprendiéramos esta sabiduría de la antigua China, seguramente no existirían tantos conflictos entre parejas, que muchas veces ocasionan la desintegración de la familia, una de las instituciones más importantes de la sociedad.